COMO DE UNA HISTORIA TRISTE SE LLEGA A UNA FELIZ
El como llegue hasta la historia del piloto olvidado fue muy importante,
pero lo realmente importante fue el final de esta historia. La búsqueda de Jose
fue rápida en los principios, pero a partir de ahí fue otro sin parar, en
buscar en otras hemerotecas. Mi madre me contaba la historia que el hermano de
mi abuela era piloto y falleció en un avión en 1932, como realmente eran fechas
tan lejanas a las actuales no le di importancia, pero cuando le di importancia
a la genealogía ya no existían fechas lejanas para mí. Y por ser yo como el,
sargento de infantería, me puse a buscarlo.
La búsqueda inicial solo puse entre comillas “Aranda y Sotomayor” y
bingo a la primera encontré un articulo de la hemeroteca de la Vanguardia que
hablaba del accidente. Le lleve a mi madre ese articulo y lo coloco con un
marco en un lugar muy especial para ella, a partir de ahí seguí la búsqueda,
con los datos obtenidos un día mis padres se encontraban en Cataluña y se acercaron
al pueblo donde se estrelló el avión, allí les atendió la alcaldesa y les
explico que los mayores del lugar se acuerdan del accidente, les enseño el
lugar donde se encontraban los restos de Jose de Aranda y les entrego una
partida de defunción, como en todo documento es bueno leerlo hasta la letra
pequeña, mi padre con los datos de la mujer de Jose , el nombre de su hija y el
lugar de donde era la mujer, con esos datos busco en Sevilla en las paginas
blancas de telefónica a su hija y de nuevo bingo, su hija ósea la prima hermana
de mi madre vivía a menos de 500 metros de donde viven mis padres, se
conocieron dos primas hermanas después de casi 80 años. Desde entonces tienen una
buena amistad
El olvidado Sargento D. José de Aranda y Sotomayor
Se trata del resumen de la hoja de servicios del Sargento José
Aranda Sotomayor, veterano infante y joven piloto que tras haber participado en
las Campañas de Marruecos y haber sido un pionero de la Aviación Militar,
encontró muy joven la muerte en acto de servicio. Se trata de uno de tantos
soldados españoles, catalán por más señas, que se dejó la piel, y la vida en el
servicio de la patria. Al recordarlo, lo hacemos presente.

José de Aranda y Sotomayor nació en Barcelona en 1904, tercero de
seis hermanos. A la edad de 21 años fue llamado a filas siendo destinado al Batallón de Cazadores de Arapiles nº 9 en el
que se encuadró en la 2ª compañía de cazadores, incorporándose a la
unidad en Tetuán el 15 de enero de 1925. Un mes más tarde, el 15 de febrero prestó juramento de fidelidad a la Bandera,
permaneciendo en periodo de instrucción en Tetuán hasta el 20 de marzo. Dos
días después fue destacado con su unidad al Sector de Gorgues (monte que
dominaba Tetuán), donde fue ascendido por sus méritos a Soldado de 1ª.
El día 23 de junio recibió su bautismo de
fuego en una operación en la que su compañía había de proteger una batería de
artillería. A partir de
entonces participó en numerosas operaciones de combate y protección de puestos
de fortificados.

El 25 de febrero de 1926 recibió el título de ametrallador-bombardero siendo destinado al Aeródromo
de Getafe, donde se incorporó el día 12 de marzo y quedó prestando los
servicios de su clase como ametrallador-bombardero. Allí fue promovido al
empleo de Cabo de Infantería por el comandante General de Ceuta. A continuación,
fue destinado al Aeródromo de Melilla
donde se incorporó el día 15 de abril.

Ya en 1927 continuó participando en los reconocimientos aéreos del
frente, bombardeando posiciones enemigas y apoyando a la columna del Teniente
Coronel Capaz, lo que le valió la
felicitación a toda la escuadrilla a petición del propio Capaz al comandante
General de Ceuta, quien se la telegrafió
al Jefe del aeródromo en estos términos: “Enterado de labor realizada
por escuadrilla hispano en apoyo columna Capaz expreso a V.S y encargo haga
presente a los equipos de dicha unidad, mi satisfacción por su exaltado
comportamiento”. Durante
los meses siguientes realizo numerosos reconocimientos fotográficos de
distintas posiciones de la línea avanzada con la escuadrilla Bristol y vuelos de entrenamiento en aeródromos.
El 11 de enero fue destinado al Aeródromo Militar de Sevilla. Donde
continuó prestando sus servicios como ametrallador-bombardero hasta el día 3 de
julio en el que marchó a la Escuela de Combate y Bombardeos Aéreos de los
Alcázares. De allí se incorporó a la Escuela
de Aviación Civil de Albacete con objeto de seguir el curso de pilotos, que
finalizó con aprovechamiento el 6 de marzo de 1928, reincorporándose
nuevamente a la Escuela de Combate y Bombardeo Aéreo de los Alcázares, pero ya como piloto Militar de Aeroplanos. El
11 de abril de 1929 se le concedió el empleo de Sargento por méritos de guerra, en atención a los servicios
prestados y méritos adquiridos en operaciones. Al finalizar el año había
alcanzado 127 horas 15 minutos de vuelo.
En el año 1931 fue destinado al Batallón de Montaña La Palma nº 8, del
Regimiento de Infantería nº 19, de nueva creación. El 22 de enero de 1932 este Sargento y piloto de Infantería sufrió un
accidente con el avión que pilotaba en Pradell (Tarragona), debido a una
intensa niebla en el que murió al estrellarse con el aeroplano que pilotaba.
Al día siguiente, el diario La Vanguardia, recogía así la luctuosa
noticia:
“una victima del deber”
La tragedia de Padrell
Accidente de aviación que
costó la vida al Sargento Piloto Aranda Sotomayor, accidentado en las altas
montañas de Pradell (término municipal de Falset de Tarragona). Al efectuar la
incorporación a su nuevo destino en Barcelona la segunda escuadrilla de caza,
durante la travesía se halló envuelta por las intensas nieblas, y los
mencionados aparatos llegaron a verse cercados por círculos de esta leve espuma
aérea, que fue la venda para sus ojos y puñal artero para sus cuerpos.
Unos pudieron escapar veloces elevándose
a las alturas, buscando otros horizontes más acogedores. Aranda Sotomayor no
pudo y trató de tomar tierra en aquellos elevados y rocosos riscos de Pradell,
de 800 a 1000 metros sobre el nivel del mar, pero el terreno también le fue
hostil. Tierra y cielo se confabularon en contra suya y a más de 100 km por
hora, como aparato rápido de caza, buscó contacto con tierra. Primero arrastro
un pino en su descenso, después arranco otro y dando tumbo tras tumbo Sotomayor
quedo abatido y roto entre los peñascales del pueblecito tarraconense, pasando
la noche en la soledad.
Al día siguiente gentes del
pueblo dieron cuenta de la catástrofe a las autoridades. A continuación, y
piadosa y humanamente recogieron los restos del héroe anónimo y lo depositaron
en la casa consistorial de la villa, donde le rindió guardia de honor el pueblo
entero”.
Cuando la noticia llegó a Barcelona, los aviadores salieron
rápidamente hacia el lugar del accidente, para rendir el postrer tributo al
compañero caído víctima de su deber. El comandante Sandino, jefe de la
escuadrilla, acompañado por un hermano del piloto, se dirigió al pueblo
agradeciendo con la siguiente arenga, espontánea y vibrante que le salió del
alma:
“Habitantes de Pradell: Os doy
las gracias en nombre de la aviación militar española por vuestro piadoso
acogimiento y por estar de guardia de honor el pueblo entero a nuestro hermano
aviador. Ahí lo tenéis, es un soldado. Y digo soldado porque todos lo somos.
Soldado de un ideal de paz y amor.
Sencillo pueblo catalán: en
nuestra tierra cayo nuestra primera víctima que ha de jalonar nuestro duro
camino. La estela macabra y trágica que trazó desde su fundación la aviación
militar, hoy se nutre y se ensancha con el nombre del bravo Sargento Aranda
Sotomayor de mi escuadrilla.
Y yo quiero sellar vuestro
agradecimiento dando un fraternal abrazo a vuestro alcalde, para que os llegue
a todos”
Un sollozo unánime se escapó de todos los pechos, las buenas mujeres
del pueblo rompieron en llanto silencioso y sentido y las mejillas de muchos
hombres rudos se humedecieron de lágrimas.
Contesto uno del lugar “si
hubiéramos podido, los brazos del pueblo entero hubieran servido de gigantesco
y acogedor colchón para proteger la caída del piloto y para arrebatar su
víctima a la muerte. Pero ello no es humanamente posible. Ya que en vida nada
pudimos hacer por él, aquí velaremos siempre sus restos, con amor y piedad. Y
nunca faltaran las flores silvestres sobre su tumba.”
Aquella sencilla gente costeó una caja con esplendida corona y una
fosa perpetua con su balaustrada de hierro, para guardar los restos en su
tierra
No han querido cobrar ni un solo céntimo por nada, ni por arboles
rotos, ni por daños causados, ni por trabajos hechos ni por los gastos
efectuados.
Datos
obtenidos de las siguientes hemerotecas
La redacción del blog General Dávila
archivos
generales de Segovia
hemeroteca
de la Vanguardia
biblioteca
digital nacional
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